lunes, 23 de noviembre de 2015

#EntrevistaInolvidable "Los barrios necesitan amor y solidaridad"

Kyle tiene 46 años, nació en Nueva York, EE.UU. Está casado con Claudia y tiene tres hijos. Vive hace 7 años en Argentina y hace 5 que es voluntario en dos Centros de Adolescentes (Construyendo Sueños y Entre Todos) en el Barrio Fátima, un barrio cercano a la villa 1.11.14.
Por Agostina Ferrante @agosferrante
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Al ser diseñador industrial, recibido hace 8 años en la Universidad de NY, decidió aportar sus conocimientos y su tiempo dando clases de carpintería a nenes de entre 8 y 18 años. “Con mi esposa tenemos el objetivo de devolver lo que recibimos de las personas en tiempos difíciles de nuestras vidas. Esta es mi manera de devolverlo.”
Al llegar al país tenía la intención de enseñar a adultos un oficio como este y conseguirles oportunidades laborales en empresas. Pero en estos barrios la mayoría de las personas no tienen el tiempo ni las ganas de invertir en un futuro. Muchos de ellos trabajan y lo que ganan en cada jornada lo invierten en el día a día.
“Me frustraba que a las clases no venga nadie y no sabía qué hacer. Hasta que conocí los centros y me abrieron las puertas para enseñarle a chicos”. Era un desafío nuevo, nunca había sido maestro de niños y debía adaptar las clases y las herramientas a ellos.
Lo sorprendió el amor de los nenes, la gran capacidad que tienen y las maravillas que pueden hacer con lo que él les enseña. “Tienen muchas habilidades y ganas de trabajar, estoy feliz y orgulloso”.
Tiene entre 10 y 20 alumnos cada semestre en el Centro, donde cuentan con comida y clases de todo tipo para los chicos, pero a veces la situación es muy difícil. Especialmente en un barrio peligroso y con muchos problemas a su alrededor. “Ver sus caras y sus cargas todos los días es muy duro y es por eso que también me gusta ser un mentor para ellos.”
Tenía un alumno, que ya no viene más a mi clase, que es muy inteligente, brillante. Hablamos de su futuro y le pregunté que le gustaría hacer al terminar la escuela. Me contestó que iba a ser como su papá, quien recolecta cartón en la calle. También me dijo que pensaba dejar la escuela.


Habiendo tantas oportunidades como una universidad gratis, algo que no pasa en todo el mundo, no podía creer que un chico tenga esa visión. Él me respondió: “La universidad no es para nosotros”. ¿¡Cómo que no!? Y, por supuesto, que lo motivé para que no deje la escuela y para que se dé cuenta de las habilidades que tiene y las oportunidades que hay esperándolo.


Tiempo después dejó mi clase, me asusté y llame a la directora de su escuela. Creí que se había enojado conmigo, pero no. Hoy es el mejor alumno de su clase.

Kyle, además, participa de una ONG en EE.UU. que le asigna cierta cantidad de dinero para becas y para los chicos. Dinero que él utiliza de la manera que cree mejor. En cada semestre elige a uno de los niños de su clase y le ofrece una beca para una escuela mejor y plata para los gastos (comida, ropa, etc.). Pero en este sentido también hay muchas trabas.
Había una nena de diez años, muy talentosa, dibujaba diseños de muebles que me dejaban realmente impactado. Cuando decidí que la beca podía ser para ella, nos dimos cuenta de que no podía leer.



Cuando nos acercamos a su escuela para hablar con la maestra y preguntarle por su rendimiento, la maestra al principio no sabía de quién le hablábamos. Después de algunas preguntas se dio cuenta de que la nena era su alumna, pero nos aseguró que ella sabía leer. Por eso uno quiere ofrecerles una beca, porque en algunas escuelas los nenes no están bien.
La historia no tiene un buen final. La mamá de la nena se asustó cuando desde el Centro le ofrecieron ayuda. Al trabajar en un taller clandestino, creyó que querían hacerle algo similar a su hija, y decidió enviarla a Bolivia con su papá.
Hay muchas historias como estas, de nenes muy chiquitos que venden y compran droga, nenas que llegan llorando a clase porque vieron morir a un familiar apuñalado en la calle, algo que para ellos es normal. “Es frustrante. Es duro conocer sus vidas. Pero desde mi lugar espero ayudarlos para su futuro”.
Kyle cuenta con un negocio que dona los materiales para las clases de los chicos. Ellos hacen sus propios muebles, aunque al principio creen que no pueden hacerlo.
El centro en el que está solía recibir fondos del Gobierno de la Ciudad, pero en el último tiempo ya no cuentan con esa ayuda.
Haber vivido en la calle y la familia que tuvo lo hicieron entender las necesidades de las personas. “Estoy cada día tratando de sobrevivir con ellos y para decirles que hay esperanza, que pueden hacer lo que quieran aunque parezca imposible”.

“Yo escuché muchas veces a las personas en este país decir que no hay oportunidades. Y no es así, hay muchísimas, más de las que hay en EE.UU. Me encanta este país y estar acá con mi familia. No lo cambio por nada.”
Kyle se sorprende con las familias que viven en estos barrios y lo unidos que son. “Son como una comunidad, una tribu, y yo quieren irse de ahí. Conozco personas que ganan más que yo y eligen vivir ahí.”
Tiene mucho respeto para las personas que conoció en el barrio, gente trabajadora y fuerte. Y se alegra de aprender muchísimo de ellos, del respeto que se tienen y el amor que dan.
“Conozco algunas personas que ayudan, pero también veo lo opuesto. Gente que da y por debajo de la mesa hace otra cosa.” Como personas que van a pedir votos u otros que se quedan con las donaciones y ayuda y no las reparten en el barrio.
“Hay abusos por todos lados, por eso no pueden creer cuando alguien quiere ayudar.”

"Es un camino de años, si uno está poco tiempo no sirve. Por eso intento siempre conseguir personas que quieran ayudar y comprometerse realmente con esta causa. Y no es un sacrificio, yo recibo más de lo que doy, como cuando los nenes me abrazan y me dicen “papá”. Sus sonrisas son el mejor regalo.
El cambio no viene con sólo una persona. Los barrios necesitan mucha ayuda y no económica, necesitan amor y solidaridad."

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