miércoles, 8 de abril de 2015

Silbando bajito alguna canción de Bob

(Nota para facultad, 2014)

Los árboles y abismales edificios que rodean la plaza de Tribunales impedían que el sol ilumine esa esquina. Pero ni esto ni el puesto de diarios situado a su lado me impidieron verlo.

Su manda roja desparramada en el suelo exponía sus artesanías. Pulseras, anillos, collares de todos los tamaños, los que apuesto que hizo el con sus propias manos oscuras y callosas. En el centro, un obelisco de más de un metro hecho con mostacillas y piedras de miles de colores que llamaba la atención de cualquiera que pase por ahí.

Hombres con sus trajes pispeando sus relojes y mujeres en tacos altos con paso apurado miraban de reojo. Era realmente llamativa la imagen. Algunos lo saludaban. Lo conocían, seguramente se encontraba en esa esquina todos los días (no los de lluvia, claro).

"Hola Arthur", le escuche decir a una señora. Fue ahí cuando levantó su mirada para saludarla y sonreírle. Sus dientes blancos relucían por su negra piel. Sus rastas se movieron al levantar la cabeza y frenar, por un momento, el trabajo con un collar nuevo.

Al poner su atención de nuevo en sus manualidades, lo escuché silbar una canción de Bob Marley. Me detuve a pensar en que había un gran parecido entre ellos. La yema de sus dedos ya se acostumbrada a los callos, y debajo de sus uñas había algo de suciedad. Se lo veía feliz, y no hay duda de que creerían lo mismo si lo ven.

Me quedé pensando en su historia. Probablemente proviene de África, Nigeria, tal vez, el país más poblado del continente. Quizás no saben, pero ahí se hablan más de 500 idiomas, aunque sólo el inglés es el oficial. ¿Hablará tantas lenguas?

Es inevitable preguntarse qué lo hizo llegar a Buenos Aires, como tantos otros, para dedicarse a la venta de accesorios para las mujeres. Pero lo que me llamó la atención de él, más allá de ese hermoso obelisco, es que vendía artesanías, y no relojes, cadenas y anteojos como la gran mayoría.

Quizás escapando de guerras y miseria, Arthur llegó desde el continente negro para quedarse y recomenzar su vida en Argentina. Habrá sido su sueño desde joven, lo que explicaría el obelisco que creó y con el que carga todos los días desde la pensión donde seguramente vive hasta esa esquina.

Frío, calor, lluvia; sin importar el clima el vuelve todos los días a esa vereda para sentarse en el suelo, sobre su manta, ubicar su escultura posiblemente hecha a mano y exponer sus joyas artesanales. Se acostumbró a la ciudad, al correr de la gente en un barrio lleno de oficinas, bancos y comercios, pero manteniendo el buen humor y enseñando lo que le apasiona hacer.

¿Qué pensará? Me preguntaba, seguramente al igual que ustedes. Concentrado y metido en su mundo de colores y música. ¿En su familia? ¿En la casa donde nació y creció? Su brillo en los ojos me permitía imaginar que estaba enamorado, porqué no de alguna abogada que caminaba hacia su oficina todos los días.

Esperaba que ella pase, como cada mañana, para verla caminar apurada sobre sus zapatos incómodos. Y verla, sólo, o animarse a dedicarle algún que otro piropo. Aunque si ella no prestaba atención, él seguiría de buen humor.

Detrás de ella, que ni pareció escucharlo, se acercaría alguna pequeña, asombrada por el obelisco, a ver todas las pulseras y pedirle a su mamá que le compre alguna. "¡Esa!, la de muchos colores", a lo que la madre respondería con un silencio y tomándola de la mano para continuar el paso. Pero Arthur sólo reiría.

Todas las mujeres y hombres que pasan a saludarlo no habrán prestado mucha atención a su trabajo, y menos habrán comprado algo. Pero él sigue allí, cada mañana, en la misma esquina, hasta la tarde/ noche, silbando, sonriendo, saludando, viendo a los normales apurados y de mal humor. Invirtiendo alguna que otra vez en algún policía corrupto que quiera dinero a cambio de dejarlo tranquilo.

Pero, claro, siempre mostrando sus blancos dientes y siendo una pequeña luz en este caos de ciudad, entre abogados, secretarias, fiscales y jueces que caminan por esas calles en Tribunales, orgulloso de estar donde está y de hacer lo que hace.

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