sábado, 11 de abril de 2015

"Ya no es la misma, pero no deja de ser Corrientes"

(Nota para la facultad, 2014)

A pesar de la gente, el ruido de los autos, manifestaciones y mucho movimiento; los olores, carteleras de teatros y luces que todavía no brillan por culpa del sol, dejan admirar esta maravillosa avenida.

Conocida como la calle que nunca duerme, Corrientes fue y es el escenario principal de la vida nocturna porteña. Sus teatros, cines, bares, restaurantes y veredas fueron cuna y hogar de grandes figuras, lo que la convierte en la ambición de cualquier artista y un lugar imposible de ignorar para el argentino o el turista.

"Ya no es la misma, pero no deja de ser Corrientes", dice Norma con una mirada nostálgica mientras toma un café en El Vesuvio, "la calle cambió, la gente cambió, los teatros y los bares también, pero esta avenida es historia pura. Gardel, Lavié, Susana, todos dejaron su huella en cada teatro y confitería". Sus palabras se reforzaban al notar las estatuas del gordo y el flaco detrás y una placa en honor a Armando Rolón en la pared por su amor al tango. 
Foto de Google
Norma se fastifiaba con el sonido de los tambores y miraba enojada a los manifestantes. "Antes no era así. Uno venía a Corrientes y se divertía con sólo caminar por la calle. En la mesa de una pizzería te encontrabas con verdaderos artistas que quizás recién habías visto en el escenario de un teatro".

El aroma a café a esa hora de la mañana generaba una cierta necesidad de tomar una taza en cada uno de esos bares. El Foro, La Giralda, La Paz, La Opera, son sólo algunos de los tantos y eternos bares que adornan y viven en esta avenida.

En Corrientes al 1600 resplandece el Teatro Presidente Alvear, al entrar y por ser tan temprano se lo ve tranquilo y silencioso. Sus paredes hablan por sí solas y relatan historias. Las maderas de los pisos detrás del glamour y el color de la sala delatan su antigüedad y obligan a cuidar el caminar. Inaugurado en 1942 con un espectáculo de la Compañía Argentina de Comedia, lleva su nombre en honor al presidente argentino Marcelo Torcuato de Alvear, gran amante del teatro. "Se construyó como vivienda de los actores" cuenta un empleado del Gobierno de la Ciudad durante el recorrido realizado por el teatro. "Cuidado al caminar" alerta su compañera, quien lo acompaña en esta visita con objetivos de reforma. Las arañas de estilo clásico atrapan la vista de cualquiera. "Su capacidad no se encuentra entre las más grandes, ni es uno de los teatros más antiguos, por eso su estructura es más moderna. La vista es placentera desde cualquier sector de la sala", cuenta Fabian en voz alta para los especialistas que aparentemente se encargarán de la reforma.

Otro teatro que viste a esta avenida es El Nacional. Las escaleras que crecían en este antes de la reconstrucción fueron recorridas por maravillas del teatro argentino como Nélida Lobato (en obras como "Chicago"), Mariano Mores (con "Luces de Buenos Aires"), Alfredo Barbieri, José Marrone, entre otros gigantes. Inaugurado en 1906 y reinaugurado en el año 2000, El Nacional es un clásico y reconocido teatro de Corrientes. "Durante la década del 20 acá actuaban figuras como Gardel y Tita" dice Esteban, sereno del teatro, "artistas que le dieron vida al tango con este teatro como escenario". En su radio sonaba un tango, lo que creaba un ambiente aún más acorde. Su mirada al hablar de esto también era nostálgica, como la de Norma. Quizás por ese dolor generado por el rotundo cambio del teatro y el arte continuó su discurso cambiando la época, una en la que el tango ya no era protagonista, "después vino el teatro de revista con genios como Mores, Ibañez Menta, Pepe Arias, Tato Bores y diosas como Lamarque, Vargas, Blanquita Arias" sonreía mientras recordaba los nombres y abría los ojos emocionado. "Hoy no hay artistas como estos, ya no hay tango, no hay magia como la de Fu Man Chu, ni musicales como los de Mariano. Se sube cada personaje al escenario...".

En personas como Norma y Esteban, en sus ojos y en los lugares que frecuentan se vuelven a vivir estas épocas. Gracias al señor que disfruta de un café en uno de sus bares mientras lee un diario, en alguien que escucha un tango en un teatro cuando ya cerró sus puertas, ambos testigos del tango que caminaba por la avenida a toda hora, de las mujeres despampanantes que salían al terminar sus funciones en los teatros. En placas y monumentos como los del Negro Olmedo y Portales, el de Porcel o el de Tato, es tal vez donde el porteño hace una pausa, sin querer, mientras camina con apuro a su trabajo.
O quizás sea el Obelisco, que imponente como sólo él puede serlo, a pesar de la manifestación que se desencadena a sus pies, el que le recuerde al argentino la importancia de esta avenida.

No, Corrientes no es la misma y cualquiera puede notarlo. Pero sus teatros tienen, indudablemente, vida propia; sus particulares cines son parte de esta pintoresca imagen; sus bares, repletos de cuadros; sus restaurantes, reconocidos por el sabor de una pizza que los representa desde hace décadas; entre otros secretos que viven constantemente allí, son los que le siguen dando vida a este maravilloso mundo.

Las luces se encienden de noche, pero la calle Corrientes está iluminada y lo estará eternamente a cualquier hora del día.

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